Esperando a Godot: Por Samuel Beckett, Traducción de Ana M. Moix obra teatro

By: Beckett, Samuel [Coautor(a)]
Material type: TextTextLanguage: Spanish Series: Premio Nobel No. 12Publisher: Barcelona: Sol90, 2003Description: 109 páginas. 21 cmContent type: texto Media type: no mediado Carrier type: volumenISBN: 849611810XSubject(s): Cultura contemporánea | Literatura contemporánea Cultura | Arte | Obra | Teatro | Historia | Cultura | Artes escénicasDDC classification: 862
Incomplete contents:
Es la obra más conocida de Beckett y, aunque la trama parezca no tener ninguna acción relevante, lo cierto es que no deja de ser un reflejo de lo absurdo de la vida, una vida en la que cada día es exactamente igual que el anterior y en el que nadie sabe de dónde viene ni a dónde va. Una trama que aunque parezca simple, lo cierto es que esconde una de las máximas del existencialismo: ¿para qué vivimos? Con Esperando a Godot, Samuel Beckett inauguró su carrera como autor teatral. Fue la tercera vez que el autor intentaba adentrarse en el mundo del teatro y fue gracias a esta obra que se pudo subir sobre un escenario. Y su estreno teatral fue apoteósico: Beckett causó una gran revolución en la época ya que apostaba por un teatro nuevo, diferente y en el que aparentemente «no pasaba nada». Porque acción, hay poca en esta obra. Lo que hay es mensaje, es contenido, es el planteamiento de la vida misma presentado de un modo absurdamente real. En este análisis de Esperando a Godot es imprescindible mencionar la huella del existencialismo y es que Beckett habla sobre 2 de los grandes temas de esta corriente: la falta de significado de la vida y el tedio que se siente por el mero hecho de vivir. Una apuesta de teatro que podría llamarse hoy en día «minimalista» debido a que tanto el espacio como el uso de pocos personajes marcó una nueva forma de hacer y entender el teatro.
Abstract: En esta obra de Samuel Beckett conoceremos a dos personajes principales que están en un lugar casi desértico esperando a un tal Godot. Lo esperan sin saber muy bien por qué, lo esperan porque les toca esperarlo aunque ni siquiera recuerden cuál era el motivo de su reunión. Y esta interminable espera es la obra de teatro. Aunque a simple vista parezca que este argumento no esconda nada de especial, lo cierto es que es una obra cargada de significado. El público asiste a escenas repetitivas, a conversaciones que ya han tenido lugar y a un estado como de ensoñación constante en el que los personajes no saben si lo que viven es real o es soñado. Ante este planteamiento tan agobiante, resuena en todo momento la misma idea: la vida carece de significado. Y, para rellenar el tiempo muerto, para que los personajes puedan sentir que existen y que están vivos, van realizando algunas acciones breves e igualmente absurdas que les sirven para rellenar su tiempo, su espera. Escenas plagadas de comedia y en las que se incluyen juegos de sombreros que tienen un cierto aire a obras de los Hermanos Marx y otros clásicos de la comedia como sería Charles Chaplin. Son muchos los análisis de Esperando a Godot que se han hecho a lo largo de la historia y, para algunos críticos, Godot era la representación de Dios ya que nunca termina por aparecer y la espera de los dos vagabundos es una espera sin sentido lógico alguno (esta teoría parecía estar respaldado por el hecho de que «Dios» en inglés es «God»). Sin embargo, este análisis fue descartado por su propio autor que indicó que el nombre del personaje derivaba de la palabra francesa «godillot» que en el lenguaje coloquial francés significaría «bota». Pero aunque el argumento no sea lo más importante en esta obra teatral, sí que podemos ahondar en la profundidad de su mensaje al fijarnos en los símbolos que hay sobre el escenario: Un árbol: es el elemento que simboliza la condena a la que estamos sumidos los humanos. Durante la obra, los personajes se plantearán la posibilidad de usar las ramas del árbol para suicidarse. Pero, además de la condena, también simboliza la redención ya que, en el segundo acto, al árbol le han salido hojas, es un árbol con vida. Un espacio vacío con un camino: nadie sabe de dónde viene el camino ni a dónde va. Ni siquiera los personajes saben exactamente dónde se encuentran. El anochecer: la caída de la noche es algo inevitable y que ocurre día tras día, una noche que simboliza la oscuridad, la dificultad que tenemos para poder encontrar la salida a este ciclo eterno que nos hace repetir día a día exactamente lo mismo. En este escenario tan desnudo, los dos personajes se encuentran en la más absoluta soledad, aunque estén acompañados, una soledad que se hará más evidente cuando intenten comunicarse y vean que no son capaces de entenderse, de seguir un diálogo razonado, de poder hablar. Una espera plagada de silencio y sinsentido que la justifican con la llegada de un tal Godot del que ni siquiera saben qué cara tiene. Toda la obra de Esperando a Godot refleja planteamientos filosóficos que se mueven dentro del existencialismo y en el que el ser humano parece haber sido arrojado a la vida sin ningún sentido y completamente abandonado. Un mundo carente de lógica y donde hay una amenaza constante: la muerte. Y, ante esta situación tan desesperante, los personajes solo pueden hacer una cosa: esperar a Godot. Así su vida tiene un sentido, una justificación, una meta. Es la única forma de no volverse loco. En Esperando a Godot asistimos a la inacción como forma de acción. Una obra en la que los personajes no hacen otra cosa que intentar «matar el tiempo» mientras esperan a alguien que, en el fondo, saben que nunca llegará.
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Es la obra más conocida de Beckett y, aunque la trama parezca no tener ninguna acción relevante, lo cierto es que no deja de ser un reflejo de lo absurdo de la vida, una vida en la que cada día es exactamente igual que el anterior y en el que nadie sabe de dónde viene ni a dónde va. Una trama que aunque parezca simple, lo cierto es que esconde una de las máximas del existencialismo: ¿para qué vivimos?

Con Esperando a Godot, Samuel Beckett inauguró su carrera como autor teatral. Fue la tercera vez que el autor intentaba adentrarse en el mundo del teatro y fue gracias a esta obra que se pudo subir sobre un escenario. Y su estreno teatral fue apoteósico: Beckett causó una gran revolución en la época ya que apostaba por un teatro nuevo, diferente y en el que aparentemente «no pasaba nada». Porque acción, hay poca en esta obra. Lo que hay es mensaje, es contenido, es el planteamiento de la vida misma presentado de un modo absurdamente real.

En este análisis de Esperando a Godot es imprescindible mencionar la huella del existencialismo y es que Beckett habla sobre 2 de los grandes temas de esta corriente: la falta de significado de la vida y el tedio que se siente por el mero hecho de vivir. Una apuesta de teatro que podría llamarse hoy en día «minimalista» debido a que tanto el espacio como el uso de pocos personajes marcó una nueva forma de hacer y entender el teatro.

En esta obra de Samuel Beckett conoceremos a dos personajes principales que están en un lugar casi desértico esperando a un tal Godot. Lo esperan sin saber muy bien por qué, lo esperan porque les toca esperarlo aunque ni siquiera recuerden cuál era el motivo de su reunión. Y esta interminable espera es la obra de teatro.

Aunque a simple vista parezca que este argumento no esconda nada de especial, lo cierto es que es una obra cargada de significado. El público asiste a escenas repetitivas, a conversaciones que ya han tenido lugar y a un estado como de ensoñación constante en el que los personajes no saben si lo que viven es real o es soñado. Ante este planteamiento tan agobiante, resuena en todo momento la misma idea: la vida carece de significado.

Y, para rellenar el tiempo muerto, para que los personajes puedan sentir que existen y que están vivos, van realizando algunas acciones breves e igualmente absurdas que les sirven para rellenar su tiempo, su espera. Escenas plagadas de comedia y en las que se incluyen juegos de sombreros que tienen un cierto aire a obras de los Hermanos Marx y otros clásicos de la comedia como sería Charles Chaplin.

Son muchos los análisis de Esperando a Godot que se han hecho a lo largo de la historia y, para algunos críticos, Godot era la representación de Dios ya que nunca termina por aparecer y la espera de los dos vagabundos es una espera sin sentido lógico alguno (esta teoría parecía estar respaldado por el hecho de que «Dios» en inglés es «God»). Sin embargo, este análisis fue descartado por su propio autor que indicó que el nombre del personaje derivaba de la palabra francesa «godillot» que en el lenguaje coloquial francés significaría «bota».

Pero aunque el argumento no sea lo más importante en esta obra teatral, sí que podemos ahondar en la profundidad de su mensaje al fijarnos en los símbolos que hay sobre el escenario:

Un árbol: es el elemento que simboliza la condena a la que estamos sumidos los humanos. Durante la obra, los personajes se plantearán la posibilidad de usar las ramas del árbol para suicidarse. Pero, además de la condena, también simboliza la redención ya que, en el segundo acto, al árbol le han salido hojas, es un árbol con vida.
Un espacio vacío con un camino: nadie sabe de dónde viene el camino ni a dónde va. Ni siquiera los personajes saben exactamente dónde se encuentran.
El anochecer: la caída de la noche es algo inevitable y que ocurre día tras día, una noche que simboliza la oscuridad, la dificultad que tenemos para poder encontrar la salida a este ciclo eterno que nos hace repetir día a día exactamente lo mismo.
En este escenario tan desnudo, los dos personajes se encuentran en la más absoluta soledad, aunque estén acompañados, una soledad que se hará más evidente cuando intenten comunicarse y vean que no son capaces de entenderse, de seguir un diálogo razonado, de poder hablar. Una espera plagada de silencio y sinsentido que la justifican con la llegada de un tal Godot del que ni siquiera saben qué cara tiene.

Toda la obra de Esperando a Godot refleja planteamientos filosóficos que se mueven dentro del existencialismo y en el que el ser humano parece haber sido arrojado a la vida sin ningún sentido y completamente abandonado. Un mundo carente de lógica y donde hay una amenaza constante: la muerte. Y, ante esta situación tan desesperante, los personajes solo pueden hacer una cosa: esperar a Godot. Así su vida tiene un sentido, una justificación, una meta. Es la única forma de no volverse loco.

En Esperando a Godot asistimos a la inacción como forma de acción. Una obra en la que los personajes no hacen otra cosa que intentar «matar el tiempo» mientras esperan a alguien que, en el fondo, saben que nunca llegará.

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