Ficciones de fin de siglo Por Marc Augé

By: Augé, Marc
Material type: TextTextLanguage: Spanish Publisher: Barcelona Gedisa S. A 2001Edition: Primera ediciónDescription: 189 páginas 23 cmContent type: texto ISBN: 84-7432-867-5Subject(s): ESCRITOS VARIOS | RELATOS | FICCIONES | HISTORIAS | HISTORIAS | EcuadorDDC classification: 868
Incomplete contents:
Ficciones: Acontecimientos, medios de comunicación. — Espacios y memorias. — ¿Que está ocurriendo?
Abstract: Si la noción de "ficción" recoge la ambivalencia de nuestra era, conserva también el segundo significado de invención o imaginación, opuesto al de realidad. En tal sentido, nuestras sociedades han instaurado un nuevo reparto entre lo real y la ficción que afecta la vida social hasta el punto de hacernos dudar de la realidad. Por un lado, vivimos un sistema de ficciones en cuanto podemos decir que la mentira está en todas partes. Por otro, en esta suerte de gigantesca narratividad sin autor que nos rodea, el sistema de información es de tal índole que resulta prácticamente imposible identificar a los autores de la falsificación. La imagen no es la vida privada ni la pública, sino la forma que se tiene de existir a los ojos de los demás. Por esta razón muchas personas sueñan con "salir por la tele", lo que equivale a tener la certeza de existir. Ciertamente, el mito de Narciso es más adecuado que el de Edipo para rendir cuentas del ruidoso malestar de esta civilización. Captando millones de espectadores en un solo instante, las estrellas mundiales sostienen un ensayo incesante del nuevo "realismo socialista". Y el espectáculo es implacable, pues continúa hasta el extremo de la muerte, donde el negocio se vuelve carroñero. Lo que queda finalmente es el imperativo de la globalización, donde se codean el ideal humanitario, el show-business y la feria política. Disneyland, en este sentido, no es más que el punto final de una general virtualización del espacio: igual que el espacio global, sólo existe por la suma de atracciones (o noticias) que tiene lugar allí. El resto de acontecimientos que no vemos reciben, según el lenguaje militar, el calificativo de "colaterales". Sin embargo, para quien quiera ser algo más que mero comparsa, se suscita la cuestión de qué distancia tomar, qué punto de vista retener, qué oreja tapar para discernir, dentro del estrépito de la actualidad, el ropaje disimulado de la historia en marcha. Esta sociedad del movimiento incesante, armada de una geometría variable que (como en el Tour) negocia con regiones y pueblos los dividendos de su espectáculo, exige un retiro silencioso del pensamiento. Augé repasa la crisis del Estado, la sustitución de la política por la acción caritativa, la uniformidad de la información, el teatro mundial y las finanzas. Quiere realizar una constatación ni optimista ni completamente desalentadora. Y la verdad es que es en todo momento entrañable, practicando una suerte de humanismo perplejo que capta un sinfín de detalles que nos pasan desapercibidos. Solamente podríamos poner en su "Debe" el haber hecho un libro en exceso descriptivo, cuyo análisis no desciende a las estructuras de nuestro sistema imaginario. Aparte de esto, hay en Ficciones de fin de siglo poco de la ironía melancólica de un Baudrillard, de la precisión apocalíptica de un Virilio. A cambio, se nos sirve una suave antropología que tiene la honestidad de responder a muchas preguntas cruciales con un modesto "sí y no".
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Ficciones: Acontecimientos, medios de comunicación. — Espacios y memorias. — ¿Que está ocurriendo?

Si la noción de "ficción" recoge la ambivalencia de nuestra era, conserva también el segundo significado de invención o imaginación, opuesto al de realidad. En tal sentido, nuestras sociedades han instaurado un nuevo reparto entre lo real y la ficción que afecta la vida social hasta el punto de hacernos dudar de la realidad. Por un lado, vivimos un sistema de ficciones en cuanto podemos decir que la mentira está en todas partes. Por otro, en esta suerte de gigantesca narratividad sin autor que nos rodea, el sistema de información es de tal índole que resulta prácticamente imposible identificar a los autores de la falsificación.

La imagen no es la vida privada ni la pública, sino la forma que se tiene de existir a los ojos de los demás. Por esta razón muchas personas sueñan con "salir por la tele", lo que equivale a tener la certeza de existir. Ciertamente, el mito de Narciso es más adecuado que el de Edipo para rendir cuentas del ruidoso malestar de esta civilización. Captando millones de espectadores en un solo instante, las estrellas mundiales sostienen un ensayo incesante del nuevo "realismo socialista". Y el espectáculo es implacable, pues continúa hasta el extremo de la muerte, donde el negocio se vuelve carroñero. Lo que queda finalmente es el imperativo de la globalización, donde se codean el ideal humanitario, el show-business y la feria política. Disneyland, en este sentido, no es más que el punto final de una general virtualización del espacio: igual que el espacio global, sólo existe por la suma de atracciones (o noticias) que tiene lugar allí. El resto de acontecimientos que no vemos reciben, según el lenguaje militar, el calificativo de "colaterales".

Sin embargo, para quien quiera ser algo más que mero comparsa, se suscita la cuestión de qué distancia tomar, qué punto de vista retener, qué oreja tapar para discernir, dentro del estrépito de la actualidad, el ropaje disimulado de la historia en marcha. Esta sociedad del movimiento incesante, armada de una geometría variable que (como en el Tour) negocia con regiones y pueblos los dividendos de su espectáculo, exige un retiro silencioso del pensamiento.

Augé repasa la crisis del Estado, la sustitución de la política por la acción caritativa, la uniformidad de la información, el teatro mundial y las finanzas. Quiere realizar una constatación ni optimista ni completamente desalentadora. Y la verdad es que es en todo momento entrañable, practicando una suerte de humanismo perplejo que capta un sinfín de detalles que nos pasan desapercibidos. Solamente podríamos poner en su "Debe" el haber hecho un libro en exceso descriptivo, cuyo análisis no desciende a las estructuras de nuestro sistema imaginario. Aparte de esto, hay en Ficciones de fin de siglo poco de la ironía melancólica de un Baudrillard, de la precisión apocalíptica de un Virilio. A cambio, se nos sirve una suave antropología que tiene la honestidad de responder a muchas preguntas cruciales con un modesto "sí y no".

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